Ciro (Kūrush en persa) II el Grande o el Mayor es una de las figuras de mayor importancia para la historia antigua de Irán. Considerado fundador de la dinastía Aqueménida, Ciro fue un rey parsuash o parsumash, de la provincia de Parsa en el suroeste de Irán. Del nombre de esta región derivan también el nombre de su imperio, Persia, y el topónimo. Aunque es importante destacar que este nombre es un exónimo utilizado por los griegos a partir de Ciro y su repercusión en la historia. En este artículo vamos a explorar algunos aspectos más interesantes de este personaje, como su vida, sus campañas militares y su legado cultural.
Nota editorial: la autora utilizada la formulación «antes de la era común» [AEC] para la periodización de la historia. Es el equivalente laico a la tradicional división antes y después de Cristo.
Ciro, según Ciro
La mejor forma de empezar a conocer a un gobernante es saber de dónde viene, explorar sus orígenes. Pero los de Ciro son, al mismo tiempo, complicados e interesantes. Por un lado, no nos quedan fuentes contemporáneas más allá de su propio testimonio, y eso quiere decir que nos tenemos que fiar de lo que nos cuenta además de contrastarlo con otras evidencias del momento, como hallazgos arqueológicos o fuentes paralelas.
Lo más interesante de Ciro y su linaje es la elección en su título, «rey de Anshan», que también atribuye a sus antepasados tres generaciones hacia atrás hasta llegar a Teispes (Cishpish en persa), otro rey de Anshan y, según Ciro, su antepasado. Para empezar, ¿qué es Anshan? Este nombre se aplica a dos cosas: una ciudad en el antiguo Elam, un imperio al suroeste de Irán que se considera históricamente activo entre 3300 y 559 AEC, justo cuando Ciro empezó sus campañas militares de expansión. Entonces, ¿cuál es la importancia del título «rey de Anshan»? Pues que marca una línea dinástica muy concreta. Y esa era la que Ciro contaba como suya.
El título «rey de Anshan» es extraño, es decir, que no ocurre demasiadas veces en las fuentes que nos quedan en comparación con otros cargos o epítetos. Los más importantes son dos, un sello encontrado en Persépolis y el propio Cilindro de Ciro, del que hablaremos en detalle un poco más adelante. El sello, catalogado como PFS93, pertenece al rey Ciro de Anshan, que tradicionalmente se ha asociado con Ciro I el Joven, que es el hijo de Teispes y el abuelo del Ciro del que hoy nos estamos ocupando, el Mayor. El llamado Cilindro de Ciro es un cilindro fundacional que se encontró en Babilonia donde el rey se presentaba al modo de los reyes babilonios y asirios, usando sus mismos epítetos. Además, trazaba su genealogía en tres niveles hacia atrás hasta llegar a Teispes. El motivo de que Ciro se tomase tantas molestias se debe a que tanto en Asiria como en Babilonia el linaje de los monarcas se consideraba algo de máxima importancia. Ciro tenía que presentarse como sucesor de una dinastía «eterna», consolidada en el tiempo, para legitimarse como soberano de las tierras conquistadas.
Así que, al parecer, estaba claro que Ciro era su descendiente. ¿Verdad? Pues esto también ha despertado controversia porque no se sabe exactamente que relación tenía Teispes con Ciro. La línea 21 del Cilindro usa la palabra liblibbu, que a lo largo de la historia se ha atestado como «abuelo», «bisabuelo», «tatarabuelo» y, para pisar sobre seguro, «antepasado». Así que no sabemos exactamente el grado de parentesco que Ciro habría tenido con Teispes. Y a pesar de que se sigue investigando, hoy en día está aceptado que Teispes y Ciro el Mayor estuvieron emparentados a través de Ciro el Joven.
¿Es Ciro aqueménida?
Este es otro punto sobre la historia de Ciro que ha generado controversia. En líneas generales, los académicos plantean esta pregunta: si en la genealogía de Ciro no aparece Aquemenes (Hakhamanesh en persa) como antepasado, que es la persona que conectaría a Ciro y a Darío I, el segundo rey de la dinastía aqueménida, y la que le da el nombre al linaje, ¿se puede considerar a Ciro no solo como aqueménida, sino como su fundador?
Los descendientes de Aquemenes eran una familia de importancia entre los parsas, una sociedad que vivía en el sur de Irán, al norte de los montes Zagros, al mismo tiempo que los elamitas. Entre estos descendientes estaba Cassandana, una mujer de la nobleza con la que Ciro se casó para asegurar el apoyo de las familias nobles parsas en su expansión militar. Esta unión está apoyada tanto por evidencia de fuentes griegas, como Heródoto, como por fuentes encontradas en Oriente Próximo. Debido al matrimonio con Cassandana, Ciro se emparentó con los descendientes de Aquemenes y justo por eso se le considera el fundador de la dinastía, porque años más tarde Darío I utilizaría esta línea dinástica para legitimarse como soberano y unir sus antepasados con los de Ciro.
Conquistador del mundo conocido
Una de las facetas por las que más se conoce a Ciro es por sus campañas militares, que permitieron la rápida expansión de su recién creado imperio. El problema es que no nos quedan demasiados testimonios ni fuentes de lo que ocurrió en realidad. Ciro es un personaje envuelto en misterios en muchos aspectos de su vida. Pero una cosa que está clara es que este veloz crecimiento no fue arbitrario ni accidental; probablemente Ciro había ido estableciendo una red de contactos muy poderosos, buscando alianzas con otras familias persas e iranias, siendo la de su mujer Cassandana una de las más poderosas. Relatando la conquista de Media, que es uno de los episodios más relevantes, el propio Heródoto explica que su testimonio no es sino una de cuatro leyendas que había escuchado sobre Ciro. No está muy claro si fue Ciro el que se rebeló contra Astiages, el último rey de Media, o si por el contrario fue Astiages quien decidió marchar contra Ciro. El caso es que, nos creamos una versión u otra, Media fue de las primeras potencias en incorporarse al recién estrenado imperio de Ciro.
Para 539 AEC, Ciro ya había conquistado Media, Lidia y Babilonia. De esta última campaña sí tenemos fuentes y sabemos que Ciro entró en la ciudad el 29 de octubre de 539 AEC. Parece ser que fue también durante esta época cuando se anexionó territorios en Irán y más al este, como las provincias de Bactria, Sogdiana o Carmania, hoy en día en Afganistán y Uzbekistán. No tenemos fuentes específicas que nos hablen de estas campañas militares, así que de momento y a la espera de nuevos hallazgos históricos y arqueológicos, solo podemos especular con lo que pasó realmente. Lo que está claro es que para 539 AEC, Ciro se había convertido en el soberano del imperio más grande visto hasta la fecha.
Sobre su muerte circulan varias leyendas, pero muchas han sido descartadas por los académicos por carecer de pruebas y ser excesivamente fantasiosas. Es decir, que depende de qué fuente consultemos. No nos quedan fuentes persas que nos cuenten su versión, así que tenemos que apoyarnos en lo que escribieron los autores griegos. Heródoto dice que fue asesinado, Ctesis dice que murió por heridas en el campo de batalla y Jenofonte dice que vio en un sueño que moriría en tres días, y la profecía se cumplió. La hipótesis que parece tener mayor validez es la de que Ciro falleció en batalla durante su última campaña, en Asia, cerca del río Oxus (hoy el Amu Darya) hacia 529 AEC.
No perdamos la cabeza
Si se menciona la muerte de Ciro, se tiene que mencionar a Tomiris y la leyenda de que fue ella quien le cortó la cabeza al rey persa. Heródoto es quien nos cuenta esta historia, admitiendo que es solo una de tantas posibilidades. Y a partir de su obra, los autores clásicos continuaron escribiéndola y reescribiéndola, haciendo que pasase a ser la versión oficial de los acontecimientos, pero ya hemos visto que no fue así.
Tomiris era la reina de los masagetas, una tribu a la que Ciro estaba intentando conquistar. Primero intentó proponerle matrimonio para conseguir una victoria sin guerra, pero ella se negó y, entonces, Ciro decidió pasar a la ofensiva, literalmente. Heródoto cuenta que los persas, aunque estaban venciendo a los masagetas, se retiraron estratégicamente fingiendo una derrota, dejando en su campamento una significativa cantidad de vino. Los masagetas se emborracharon para celebrarlo, y cuando estaban incapacitados los persas aprovecharon para echarse sobre ellos, con la fortuna de además llevarse cautivo al hijo de Tomiris, Espargapises. Una vez en manos de los persas, Espargapises se suicidó. Tomiris se decidió a vengar la muerte de su hijo y arremetió contra el ejército de Ciro, derrotándolos. Para rematar la historia, Heródoto dice que la reina le cortó la cabeza al rey de los persas y lo hizo crucificar. Después convirtió la cabeza en un vaso para beber vino. Como leyenda no está mal, pero recordemos, la próxima vez que alguien nos pregunte, que no deja de ser eso, una historia muy colorida.
Pasargada, la capital real
Ciro estableció su capital en Pasargada, en la provincia de Fars en Irán, y muy cerca de donde después se construirían Persépolis y Naqsh-e Rostam. Hay varias hipótesis al respecto del origen de su nombre, pero una de ellas es que podría significar «el trono de Fars». Pero a pesar de que es la primera capital imperial, se sabe muy poco dado que no queda demasiado de ella. De la ciudad como tal no tenemos demasiada información; lo que se ha localizado son las dependencias reales, el jardín en la parte central y una serie de edificios con columnas organizados a su alrededor. Además, por supuesto, de la identificada como tumba de Ciro, la construcción más famosa de todo el conjunto.
Actualmente se está haciendo un gran esfuerzo por reconstruir lo que creemos que había sido Pasargada. Algunos de los edificios que las excavaciones arqueológicas han encontrado se localizan al sur de la ciudadela, y son un jardín, una torre de estructura cuadrangular, edificios con algunas columnas y una entrada monumental, al parecer para acceder al conjunto del parque. Ninguno de estos edificios, explican los arqueólogos, es adecuado para la residencia, así que se descarta que sean palacios o dependencias para la administración y el ejército.
También se han encontrado inscripciones con el nombre de Ciro, aunque no estamos seguros de que se sean contemporáneas a él. De entre todas ellas, la más famosa está en elamita, en acadio y en persa antiguo, y dice «yo soy Ciro, un Aqueménida». Pero como hemos explicado antes, Ciro nunca se vinculó con Aquemenes, sino con Teispes. La realidad es que esta inscripción la mandó hacer Darío I, varios años después de la muerte de Ciro, como parte de su propia campaña de legitimación.
El jardín es una de las estructuras más conocidas en Pasargada por su tamaño, primero, y porque quedan testimonios que cuentan que debió ser un espectáculo para los ojos. La estructura del jardín se puede ver todavía por las marcas en el suelo, que describen dos jardines rectangulares regados por varios canales. Como ya hicieron los asirios en su momento, en este jardín se plantaron especies que venían de todos los rincones del imperio. Esta era una forma de reproducir en miniatura todos los territorios que el soberano controlaba. De especial importancia eran los cipreses (Cupressus sempervirens), que tenían un simbolismo muy poderoso en el mundo iranio y eran considerados árboles sagrados.
La tumba de Ciro se ha identificado con una estructura elevada sobre escalones, de piedra, ubicada en el centro de la planicie, donde había estado el parque real. Una de las descripciones más detalladas sobre cómo pudo haber sido la encontramos en la Anábasis de Arriano, que a su vez se basó en otro autor griego, Aristóbulo, que habría acompañado a Alejandro Magno en su visita a Pasargada. Sobre los escalones, la estancia cuadrada daba acceso a una habitación estrecha, donde estaría el sarcófago de Ciro junto a un conjunto de bienes y objetos de lujo de todas las provincias de su imperio.
Lo interesante de Arriano y Aristóbulo es que también nos señalan la existencia de una construcción aneja, más pequeña, para los magi o sacerdotes mazdeístas que, según los autores griegos, custodiaban la tumba. También contaban que había una inscripción, pero lo cierto es que no se ha encontrado ninguna. Los edificios funerarios de los Aqueménidas no suelen tener epitafios, así que eso hace que las fuentes griegas no sean del todo fiables. La propia identidad del edificio como la verdadera tumba de Ciro proviene de su similitud con las descripciones de los autores griegos, pero esta no es la única forma que tenemos de saber si, en efecto, aquella era la tumba de Ciro. Además, están los esfuerzos de los arqueólogos e historiadores del arte por encontrar similitudes en otros edificios atestados en el periodo, no solamente en la zona irania, sino en las demás provincias. Recordemos que los testimonios artísticos también son fuentes.
Quiero ser como Ciro
Quizá algunos no lo sepáis, pero Alejandro tenía una admiración especial por Ciro II. Parece ser que creció leyendo la Cyropaedia de Jenofonte, una suerte de enciclopedia bibliográfica, con bastantes partes ficticias, que se había escrito hacia 370 AEC. En ella se destacaban dos aspectos fundamentales de Ciro: su heroísmo en la batalla y su maestría como rey y legislador. El episodio más famoso que habla del sentimiento de Alejandro hacia Ciro es su visita a Pasargada, precisamente para ver el lugar de descanso de uno de sus héroes.
La conquista de Alejandro en Persia había desatado el caos y, por eso, muchas ciudades y monumentos fueron saqueados y destruidos, como pasó con Persépolis. La tumba de Ciro no fue una excepción, y tanto Arriano como Plutarco nos cuenta que, cuando Alejandro vio el estado tan deteriorado en que estaba la estructura, montó en cólera y ordenó a Aristóbulo, que le acompañaba, que se asegurase personalmente de que la tumba era restaurada.
El Cilindro de Ciro
Una de las piezas más importantes del periodo y que sabemos a ciencia cierta que se produjo en tiempos de Ciro es su famoso Cilindro. Ya lo hemos mencionado antes porque contiene la genealogía del rey hasta vincularse con Teispes. Pero existen muchos más datos interesantes sobre este Cilindro para conocer.
El primero de ellos es su verdadera función. Ciro no fue en absoluto el primer rey de Babilonia que encargaría un cilindro de victoria, y desde luego no sería el último. Porque eso es exactamente lo que contiene el Cilindro de Ciro, una crónica de su victoria sobre el anterior rey de Babilonia, Nabónido, y su entrada triunfal en la ciudad. Está hecho de arcilla y escrito en acadio. Aunque parte de su inscripción se ha perdido, quedan 35 líneas que se pueden leer con claridad. Además de denunciar los supuestos crímenes de Nabónido, Ciro explica cómo el dios Marduk, patrón de la ciudad de Babilonia, estaba buscando al rey adecuado hasta su llegada. Se decía que Nabónido había suprimido el culto a Marduk, y la verdad es que el Cilindro no lo deja en muy buen lugar. Así que Ciro se aseguró de presentarse como un restaurador del antiguo orden, prácticamente escogido personalmente por Marduk. También explica cómo ya otros reyes le pagaban tributo, y que había devuelto sus cultos originales a otras ciudades conquistadas. Por último, y lo que sería más relevante para la historia, Ciro permitía a las personas exiliadas regresar a sus países de origen. Esta fue la parte que encontramos en la Biblia, por ejemplo, donde se presenta a Ciro de forma increíblemente positiva y como libertador de los judíos que vivían cautivos en Babilonia.
Lo que hizo Ciro se considera un movimiento propagandístico muy estudiado. Estaríamos en un error si pensáramos que había sido el primero en hacer algo así; otros reyes conquistadores habían adoptado medidas similares precisamente para cumplir con los mismos objetivos. Ciro estaba especialmente interesado en su legitimación como nuevo soberano, así que debía demonizar al anterior y retratarse como un libertador de forma que se aceptase su gobierno de forma más rápida. Y aunque al principio se tomó el Cilindro como una descripción fidedigna de lo que había ocurrido, las nuevas investigaciones están de acuerdo en verlo como pura propaganda.
En 1971, sin embargo, se empezó a considerar al Cilindro de Ciro como la «primera declaración de los Derechos Humanos» de la historia. Y esto no es en absoluto verdad, ya que cae en un anacronismo terrible y no comprende el objeto en su contexto. Ocurrió cuando el Shah de Irán, Mohammed Reza Pahlavi, convirtió a Ciro en uno de los pilares de su ideología monárquica, en un nuevo movimiento de legitimación y de conexión con el pasado preislámico de Irán.
Considerar el Cilindro una declaración de los derechos humanos es un error. Es cierto que Ciro tuvo políticas de tolerancia, especialmente religiosa, pero todo obedecía a un propósito claro y a una marcada agenda política. El problema es que esta publicidad al respecto de la pieza está muy difundida en el mundo actual, también porque muchos poderes lo han utilizado en aras de unos u otros intereses a lo largo de la historia.
Ciro II y su legado son pilares fundamentales de la historia de Irán, que todavía hoy hace su eco en discursos de identidad, de memoria y de construcción cultural. A través de lo poco que nos ha quedado de su vida se nos abren las puertas de una de las más grandes dinastías de la antigüedad, como también la posibilidad de entender el pasado desde una perspectiva diferente. Desde la perspectiva del primer Rey de Reyes, desde los ojos de los Aqueménidas.
Para ampliar:
Holland, Tom, 2007: Fuego persa. El primer imperio mundial y la batalla por occidente, Barcelona, Ático de los Libros.
Pisa Sánchez, Jorge, 2011: Breve historia de los persas, Madrid, Nowtilus.
Waters, Matt, 2014: Ancient Persia. A Concise History of the Achaemenid Empire, 550-330 BCE, Cambridge, Cambridge University Press.
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