El 26 de abril de 1937, la Legión Cóndor alemana, aliada del bando sublevado en la guerra civil, bombardeó sin piedad la población vasca de Guernica. Si bien hoy la autoría franquista-alemana es evidente, en aquellos confusos días, las autoridades franquistas convirtieron una masacre cometida por sus aliados en una de las mayores maniobras de propaganda de la historia española reciente. A través de los discursos de los gerifaltes franquistas, expandidos por las páginas de sus diarios afectos se intentó justificar y demostrar por todos los medios la autoría republicana del bombardeo, pero ¿qué decían los alemanes que participaron en el bombardeo? Wilfred von Oven legó a la posteridad un testimonio que merece ser conocido y estudiado.
26 de abril de 1937, cuatro y media de la tarde. La población vasca de Guernica, ubicada a 30 kilómetros de Bilbao y a tan solo 15 del frente de guerra, era en ese momento un hervidero de gente. El ejército franquista estaba en plena ofensiva para romper el cinturón de hierro vasco y tomar el norte del país. Entre medias y como puerta de llegada a ella, la pequeña villa sagrada de los vascos, Guernica, iba a ser una de las muchas víctimas inocentes del conflicto.
Las calles estaban atestadas de vecinos, refugiados de los cercanos frentes de guerra y soldados republicanos que huían del avance franquista. De pronto, en mitad del bullicio de la ciudad resonaron en el cielo los motores de los aviones de la Legión Cóndor. Un repique de campanas entre los muros de la ciudad sagrada dio la voz de alarma y miles de personas huyeron aterrorizadas buscando refugio ante lo que, sospechaban, se les viene encima. Los aviones alemanes, al parecer un Heinkel y una pequeña escuadra de Junkers, arrojaron, en apenas tres horas, bombas incendiarias, explosivos y metralla sobre la población. Algunos dicen que 50 000 kilos de bombas, otros que 7 000. Lo cierto es que, para cuando la escuadra aérea alemana se retiró del cielo de Guernica, la ciudad ardía en llamas; una de las mayores y más conocidas tragedias de la guerra civil española acababa de tener lugar.
Sin embargo, algo que sufrieron miles de personas en sus carnes, iba a ser objeto de una de las guerras de propaganda bélica más considerables de la historia contemporánea española y objeto de debate y polémica durante décadas entre los partidarios de ambos bandos contendientes del conflicto bélico. No era la primera vez que España era testigo de cómo un hecho de guerra se convertía en materia manipulable para tratar de obtener rédito político de aquello, y es que, en guerra, el límite entre la propaganda y la mentira suele ser muy delgado.
Lo que hoy llamamos fake news o propaganda de guerra, tan comunes en los conflictos modernos de Próximo Oriente, o en su día en las guerras de los Balcanes, ya fue sufrido por España con el famoso Caso Maine, cuando en 1898, el acorazado de guerra estadounidense homónimo voló por los aires en la entonces colonial y española bahía de La Habana, causando más de un centenar de muertos, y provocando el inicio de la guerra con los Estados Unidos que acusó falsamente a España de provocar el atentado.
¿Cómo se llegó a Guernica?
El 18 de julio de 1936 no fue una fecha más en la historia reciente de España. Para el imaginario popular, este día está íntimamente ligada al estallido de uno de los acontecimientos recientes más trágicos y que más influencia han tenido en la sociedad española, la guerra civil. El golpe de estado de una parte del ejército fue una reacción político-militar inmediata contra el gobierno republicano del Frente Popular, surgido de las elecciones del 16 de febrero de 1936, y del proceso de radicalización de los enfrentamientos entre las facciones políticas en esos últimos cinco meses anteriores al levantamiento militar.
El 17 de julio de 1936 por la mañana, en Melilla, una guarnición militar proclamó el estado de guerra, que fue liderado desde Tetuán por el general Franco, quien se hizo cargo del ejército de África e inició un levantamiento militar armado contra el gobierno de la II República española.
Inmediatamente, los días 18 y 19 de julio de 1936 se iniciaron una serie de levantamientos militares en diferentes ciudades del país en apoyo al golpe, llegando a Madrid, donde el presidente del gobierno, el republicano Santiago Casares Quiroga desde el Palacio de Gobernación en la Puerta del Sol, se negó a sucumbir a las presiones de partidos y sindicatos obreros que, desde la tarde del día 17 de julio, le exigían la entrega de armas para hacer frente a la extrema derecha, que empezaba ya a moverse en la capital.
En la madrugada del 18 al 19 de julio de 1936, tras la dimisión de Santiago Casares Quiroga, superado por la situación, el republicano moderado Diego Martínez Barrio recibió el encargo de formar gobierno, pero dimitió rápidamente. El presidente de la República, Manuel Azaña, le entrega el poder el domingo 19 de julio al miembro de Izquierda Republicana José Giral, que, con el apoyo de todos los partidos y sindicatos obreros, acepta armar al pueblo madrileño y asumir la situación de guerra en que se encontraba el país. Había estallado la guerra civil.
El conflicto, en la mente de sus impulsores (Sanjurjo, Mola, Queipo, Franco…) no debía ser excesivamente prolongado y en una rápida maniobra ante, según ellos, un débil ejército republicano, no tendrían mucho problema en tomar rápidamente Madrid, deponer al gobierno y convertir al golpe en una toma de poder rápida e inmediata, pero nada más lejos de la realidad.
El ejército sublevado se estrelló con Madrid hasta en tres ocasiones consecutivas; en julio-agosto de 1936 los nacionales pretendían tomar Madrid desde el norte, pero fueron detenidos por los milicianos republicanos en la sierra de Guadarrama. Frenado el avance por el norte, se intentó por el sur, y una vez dominadas las posiciones sublevadas entre julio-noviembre de 1936 en Andalucía, Extremadura y Toledo, los nacionales llegan a los pueblos del sur de Madrid entre el 4 y el 6 de noviembre, penetrando a través de ellos en Carabanchel y en la Casa de Campo, por lo tanto, librando la batalla directamente en la ciudad de Madrid a lo largo de noviembre de 1936. En esta ocasión obtuvieron grandes avances y lograron penetrar hasta la Ciudad Universitaria, rozando prácticamente la plaza de la Moncloa, a las puertas de la Cárcel Modelo, pero de ahí no pudieron pasar. Segundo fracaso.
El tercer y último intento de acabar la guerra por Madrid a corto plazo tuvo lugar entre enero y marzo de 1937, cuando desde el sur y el suroeste, que tenían dominado, intentaron tomar la ciudad a través de las batallas de la Carretera de la Coruña y la batalla del Jarama y nuevamente desde el norte lo intentaron por Guadalajara en marzo de 1937, pero se convirtió en un nuevo fracaso. La guerra iba a ser larga y no el golpe de mano que pensaban los africanistas.
Para ello, los nacionales desviaron su atención de Madrid y decidieron otra estrategia; ir conquistado toda la España republicana al punto de aislar a Madrid y que cayera por su propio peso. Como muy bien afirma en su estudio del conflicto Pierre Vilar, una vez fracasada la toma de Madrid, los sublevados pusieron su foco de atención en una región que había quedado aislada en la retaguardia franquista y separada del resto del bando republicano; el llamado Frente del Norte, formado por gran parte de Asturias, Cantabria y el cinturón de hierro vasco. Esta zona fue inmisericordemente atacada entre marzo y octubre de 1937, cuando todo el frente norte cayó ante el imparable empuje nacional.
En esa campaña hubo un hecho clave, que se convirtió en el desencadenante de la caída del frente y en uno de sus mejores elementos de propaganda; el bombardeo de la ciudad vasca e industrial de Guernica, en las proximidades de Bilbao y símbolo del nacionalismo vasco.
Como afirma Gabriel Jackson, el 26 de abril de 1937, la aviación alemana de la Legión Cóndor, aliada del bando nacional, arrasó la ciudad usando bombas incendiarias y ametrallando indiscriminadamente a la población local. Javier Tusell, por su parte, indica que alrededor del 75 % de la cuidad desapareció arrasada por el fuego, no quedando claro el número de víctimas que, según el historiador, varían de un centenar a más de mil muertos. Hugh Thomas, en su célebre libro del conflicto español, afirma que la ciudad fue víctima de bombas incendiarias, explosivos y bombas de metralla, dejando como resultado la destrucción e incendio del centro de la ciudad. Una masacre en todo caso.
A pesar de lo evidente del ataque alemán a la ciudad vasca, la propaganda de guerra y las fake news entraron rápido en escena. Tusell mismo afirma que «el bando franquista acusó al Frente Popular de haber destruido la población con voladuras voluntarias». También Gabriel Jackson insiste en ello cuando dice que «Burgos afirmó que la ciudad había sido incendiada por los rojos» e incluso Xabier Agirre Aranburu, en su edición y estudio del libro-discurso de Joseph Goebbels, La verdad sobre España, afirma que «la destrucción de Guernica por la Legión Cóndor brindaría un nuevo tema a la factoría goebbelsiana que atribuirá los hechos a las fuerzas republicanas». Pero, ¿qué dicen las fuentes de la época?
Los otros bombardeos nacionales
El bombardeo alemán de Guernica es, acaso, el más conocido de todos los ataques aéreos de la guerra civil, pero sin embargo no fue el único. Lo cierto es que esta arma fue usada en repetidas ocasiones por la aviación nacional-alemana a lo largo de toda la guerra. Especialmente castigadas resultaron las grandes capitales republicanas (Asturias, Madrid, Valencia, Barcelona, Alicante, Cartagena…).Sin embargo, especialmente desconocida es la intensa campaña aérea que la aviación nacional silenció hasta el punto de resultar conocida casi únicamente por sus víctimas en la provincia de Madrid. Solamente en el contexto de la batalla de Brunete de julio de 1937, fueron bombardeadas Brunete, Villanueva del Pardillo, Quijorna, Valdemorillo, Galapagar, Villalba, Torrelodones, Hoyo de Manzanares, Colmenarejo, y los aeródromos de Barajas, Guadalajara, y Alcalá de Henares, así como Colmenar Viejo los días 21 de julio y 28 de noviembre de 1937.
Guernica, entre la propaganda y la realidad
La prensa republicana lo tenía claro. En el periódico ABC de Madrid dos días después, el miércoles 28 de abril de 1937, se afirmaba que
«La ira santa de Bilbao y de todos los vascos ha de acrecentar su impulso guerrero al saber la cobarde y criminal hazaña de la aviación extranjera, reduciendo a polvo el árbol santo de las libertades de Euzkadi y su histórica Casa de Juntas de Guernica».
En el mismo periódico, el Parte Oficial de Guerra del Ejército republicano del Norte decía:
«La criminal aviación facciosa bombardeó algunas poblaciones de la retaguardia, actuando principalmente sobre Guernica»
Más contundente se mostraba el periódico Ahora de las Juventudes Socialistas Unificadas el 28 de abril de 1937, donde se afirmaba que
«….ayer por la tarde quedó reducida a ruinas y escombros la villa de Guernica. Su Casa de Juntas, el Árbol de su tradición, el caserío que formaba sus calles señeras e hidalgas cayó bajo el bombardeo de la aviación rebelde, que quiso significar una destrucción en Guernica por lo que para todos los vascos tenia de emotivo y simbólico. Las bombas incendiarias arrojadas a placer y sin enemigo sobre las calles deshechas han puesto sobre el suelo de Guernica una estela histórica».
Visión diferente ofrecieron los franquistas sublevados a través de su órgano portavoz, el ABC de Sevilla, que no pararon, entre abril y octubre de 1937 (todo lo que duró la campaña del norte), de lanzar fake news sobre la destrucción de la ciudad vasca. Ya en su edición del 29 de abril de 1937, 3 días después de la masacre, afirmaba:
«Guernica está destruida por el fuego y la gasolina. La han incendiado y la han convertido en ruinas las hordas rojas al servicio criminal de Aguirre, presidente de la República de Euzkadi. Aguirre ha lanzado la mentira infame, porque es un delincuente común, de atribuir a la noble y heroica aviación de nuestro Ejército nacional ese crimen.
Aguirre ha preparado la destrucción de Guernica para endosárselo al adversario y buscar un movimiento de indignación en los vascos. Si el árbol santo de Guernica ha perecido en la hecatombe, es Aguirre y los suyos quienes lo han hecho perecer. Hay testigos del incendio de Guernica por los rojos, testigos de su labor con la tea incendiaria y con el petróleo. Los vascos y el mundo deben saber que Aguirre ha quemado Guernica. No hay más verdad que esta».
En su edición del 4 de mayo de 1937 afirmaban que:
«La ciudad no fue bombardeada, sino incendiada por los rojos, que habían prendido fuego a las casas, después de rociarlas de gasolina. Fueron los terroristas rojos de Asturias quienes destruyeron Guernica y Durango por medio de dinamita, saqueando previamente las casas. Ni una sola bomba fue lanzada por los nacionales sobre dichas ciudades, sino que, al contrario, en todas partes se ven las señales inequívocas de los incendios. En las pocas casas que quedaron intactas se encontró petróleo y gasolina».
El 19 de mayo de 1937 Víctor de la Serna continuaban diciendo que:
«El separatista odiaba infinitamente a cuanto simbolizaba el ímpetu y la grandeza espiritual de los vascos, por eso odiaban a Guernica. Son los separatistas los que han incendiado a Guernica con una perversidad de sacrílegos. Yo he visto los hierros retorcidos de las fábricas, las vigas carbonizadas de las estructuras de roble de los hogares. Ellos habrán reído satánicamente detrás de las cumbres, mientras estallaba el artefacto que había de reventar, las ultimas casas de la villa».
La propaganda; otra arma de guerra
Además de las bombas, en la guerra civil española se demostró la eficacia psicológica y moral, de una poderosa arma, tan vieja como la misma humanidad: la propaganda. En lo referido a la prensa, especialmente claro fue el caso del diario ABC que, desde el día 20 de julio de 1936 se fragmentó entre la edición de Madrid, controlada por los republicanos, y la de Sevilla, por los sublevados bajo la estrecha vigilancia de Queipo de Llano.
Este militar republicano, pero profundamente anticomunista, fue el encargado de dirigir la represión franquista en Andalucía y protagonista de otra de las armas usada en la guerra; la radio. Según Manuel Moncada Lorén, «desde Unión Radio Sevilla, Queipo de Llano utilizó este medio para sembrar el terror e intimidar a sus enemigos», aunque José Augusto Ventín Pereira llega a contabilizar y detallar los casos de hasta 25 radios repartidas por toda la España nacional que sirvieron de altavoz de los sublevados hasta la creación de Radio Nacional de España, fundada el 19 de enero de 1937.
Culminaba su campaña de propaganda el ABC de Sevilla del 16 de octubre de 1937, con casi todo el frente norte conquistado a los republicanos (apenas faltaban algunos núcleos asturianos resistentes), afirmando, en definitiva, que «Hoy no es conocido que el Generalísimo Franco puso a disposición de los corresponsales extranjeros pruebas que demuestran clara e indiscutiblemente que Guernica fue destruida por los propios bolchevistas. Ya es tiempo de que la prensa británica reconozca que las informaciones lanzadas por los bolchevistas españoles de Valencia, Madrid y Barcelona, son en su mayor parte totalmente falsas», al mismo tiempo que en su charla radiada y transcrita en ese mismo periódico, Queipo de Llano afirmaba que «ni aun en el extranjero podrán hacerles caso después de la campaña que hicieron con motivo de lo de Guernica, que ya se sabe cómo quedaron demostradas las falsedades que lanzaron los rojos».
Sin embargo, lo más interesante es la visión que sobre estos sucesos tenían los propios protagonistas, los alemanes. En su prólogo ya mencionado, Xabier Agirre Aranburu menciona las «memorias» de Wilfred von Oven, veterano de la Legión Cóndor y posteriormente asistente de Goebbels, que explicaba su versión de los hechos. Acudiendo a estas memorias, casi desconocidas en España, aunque traducidas, y que se encuentran en Hitler y la guerra civil española, Oven, que fue voluntario de la Legión Cóndor, reportero de guerra y agregado personal de prensa de Joseph Goebbels durante la Segunda Guerra Mundial, afirmaba algo aún mucho más turbio, no negando una cierta implicación alemana en los sucesos, pero minimizándola y, lo que es más sorprendente, insinuando una mayor implicación española en los hechos de lo que se ha dicho y sembrado la duda de los propios republicanos. En su libro, Oven afirma que:
«Ya sabemos también que del bombardeo participaron aviadores españoles e italianos. Los españoles pilotaban máquinas alemanas y tiraban bombas alemanas y las esquirlas encontradas supuestamente en Guernica podrían, pues, provenir de éstas.
Adolf Galland, primer teniente de aviación, admite la posibilidad de que algunas bombas, destinadas al puente de Guernica hayan caído en la ciudad. Galland tenía razón cuando afirmó que ni era Guernica una ciudad abierta ni fue destruida por los alemanes. Los daños causados a la población civil no fueron programados, sino consecuencia de un error como más tarde ocurrió en ambos bandos.
Pero existen aún más complicaciones. El informe de la Legión Cóndor respecto a la deficiente visibilidad originada por el humo y las llamas, indujo a la propaganda franquista a afirmar que Guernica había sido incendiada, e inclusive dinamitada, deliberadamente por los rojos que huían. Nunca se pudo demostrar que realmente fue así, aunque la posibilidad no hay por qué descartarla, ya que el principio de tierra arrasada no fue inventado por los alemanes, sino por los rusos, y nadie sino ellos mandaban en la República. En el desconcierto de una retirada obligada pueden pasar muchas cosas, y muchas casas del pueblo eran de madera. Si los soviets hubiesen tenido realmente la intención de destruir Guernica antes de su desalojo, hubieran volado primero las fábricas de armamentos, pero éstas cayeron en manos nacionales.
Franco, de aquí en adelante, se limitaría a echarle toda la culpa de Guernica a los alemanes, y citó al agregado militar Faupel para expresarle su desagrado. No solo el Tribunal de Núremberg se negó a tratar el tema Guernica, ya antes de la guerra ninguna entidad internacional quiso ocuparse del asunto. Frente a hechos como Dresde, Hiroshima y Nagasaki, Guernica aparecía como un juego infantil, pero el embajador soviético Maisky se opuso, y era allí donde estaba el gato encerrado.
Las crueldades rojas clamaban por un contrapeso. El genio propagandístico de Moscú en París fue quien vio con la rapidez de un rayo la oportunidad que se les presentaba con Guernica y los informes británicos y franceses le sirvieron de materia prima para poner en marcha su fábrica de mentiras. De ella surgieron sin cesar informes de testigos oculares sobre los sufrimientos y las bestialidades de los fascistas hitlerianos. El mundo occidental entero, parecía gozar de los monstruosos y horripilantes cuentos, y Pablo Picasso, se dejó inspirar por las fábulas para producir aquel monumental mamarracho que debiera estar en Moscú a quien sirvieron como único beneficiario.
La leyenda de Guernica obtuvo después de la guerra un inesperado apoyo en las desdichadas declaraciones de Goering en Núremberg, en su honroso esfuerzo por cargar personalmente con toda la culpa y librar de responsabilidad a Hitler, asegurando ni más ni menos que él mismo había dado orden de atacar a Guernica, pero no pudo probar esta mentira.
Lo que si existió fue un ultimátum del general Emilio Mola, redactado el 31 de marzo de 1937, donde se garantizaba a todos los combatientes rojos sus vidas a cambio de que entregasen sus armas, pero, agregaba textualmente, si la rendición no es inmediata haré borrar la Vascongada íntegra, con su industria de armamentos. ¿Es posible que Franco no haya conocido este ultimátum de su comandante en jefe en el Norte? Pretender culpar al amigo y aliado que está vencido en el suelo de propias despiadadas intenciones es la desfiguración de aquella hidalguía que los legionarios aprendimos a valorar tanto en el pueblo español»
Sorprende ver cómo un testigo directo de los sucesos minimiza los efectos del bombardeo alemán, cuando no culpa directamente a los republicanos e incluso a los franquistas de ello. ¿Autoconvencimiento fanático basado en la negación de ver la realidad, o como dice el propio Oven, hay gato encerrado sobre las culpas reales de Guernica más de 80 años después del bombardeo, fruto de la desinformación, la propaganda y los secretos oficiales?
Lo cierto es que, una vez caído todo el frente norte, Guernica fue cayendo en el olvido; ya no era propagandísticamente necesario hablar de ella. La España republicana cayó definitivamente el 1 de abril de 1939 y Guernica pasó a convertirse en un símbolo; para los republicanos, inmortalizado por el famoso cuadro de Picasso, de las atrocidades franquistas y alemanas en la guerra, y para los nacionales, símbolo de la mentira y la traición republicana.
La Sociedad de Naciones y Guernica
La bibliografía sobre la guerra civil española es abundante y prolija, pero es algo menos conocida la versión directa que los propios alemanes, partícipes directos muchos de ellos en la guerra, tenían en aquel momento. Un buen ejemplo de la justificación de la participación germana en la guerra, referido en el artículo, es un texto casi desconocido en España para el gran público en general, el trabajo Hitler y la guerra civil española de Wilfred von Oven, voluntario de la Legión Cóndor. En este trabajo, Oven afirma, que las acciones de la Legión Cóndor encontraron un respaldo indirecto y una justificación clara en la Sociedad de Naciones, relatando el informe presentado el 23 de agosto de 1938 por dos comisionados de ésta, donde se justificaban los bombardeos sobre zonas civiles de la Legión Cóndor como fruto de las «desviaciones» de objetivos militares, debido a «condiciones climáticas y errores humanos». Concluía Oven que este informe fue «lisa y llanamente una absolución para la Legión Cóndor de haber efectuado bombardeos terroristas».
Para ampliar:
Goebbels, Joseph, 1998: La verdad sobre España, con prólogo y edición de Xabier Aguirre Aranburu, Irún, Edición Iralka.
Jackson, Gabriel, 2020: La República Española y la Guerra Civil, 1931-1939, Barcelona, Crítica [original en inglés de 1965].
Oven, Wilfred von, 1987: Hitler y la guerra civil española. Misión y destino de la Legión Cóndor, Buenos Aires, Editorial Revisión.
Vilar, Pierre, 2000: La guerra civil española, Barcelona, Editorial Crítica.