Córdoba, Sevilla, Granada, Zaragoza, Almería, Toledo… Las principales ciudades de al-Ándalus contaban con importantes palacios, mezquitas y monumentos, imponentes murallas, zocos llenos de productos o sofisticados baños, pero ¿cómo era viajar entre estas ciudades? ¿Por dónde se hacían? Aquí va una pequeña guía sobre los viajes en al-Ándalus.
¿Qué camino marca el gps?
Muchas veces escuchamos hablar sobre las vías de comunicación de época romana, especialmente algunas como la de la Plata o la Augusta, o también sobre el Camino de Santiago vigente actualmente, pero no ocurre lo mismo con las «carreteras» en época andalusí, que quedan en un segundo plano.
La conquista de la península ibérica en el 711 cambió diferentes aspectos socioeconómicos y religiosos, aunque ojo, estos cambios no siempre se produjeron de manera inmediata. En cuanto a las cuestiones viarias y de movilidad, durante el periodo andalusí se fueron experimentando diferentes cambios y procesos. Y es que ocho siglos dan para mucho.
El trazado viario romano permitió conectar algunas de las principales ciudades hispanas con Roma y entre sí de forma eficaz y provechosa. Ciudades como Zaragoza, Mérida, Tarragona o Cartagena fueron determinantes a la hora de planificar toda la red de vías en Hispania. Aunque no se debe olvidar que no solo existieron estas grandes vías entre las ciudades más importantes, sino también caminos más pequeños y locales. En época visigoda continuó en uso buena parte de la infraestructura viaria de periodo romano, al mantenerse, aunque con diferencias, la mayoría de los condicionantes viales y socioeconómicos.
En el año 711, Tarik cruzó el Estrecho junto a sus tropas y desembarcó en la Península, para derrotar al rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete y desencadenarla posterior conquista de gran parte del territorio peninsular y de algunas tierras más allá de los Pirineos. Pero ¿este acontecimiento vino a cambiar rápidamente los condicionantes sociales, económicos y religiosos, entre otros? Hubocambios repentinos y otros paulatinos, que incluso tardaron siglos.
El estudio del sistema viario en periodo islámico presenta algunos problemas. En los momentos posteriores a la conquista parece que continuó siendo principalmente el utilizado en época tardoantigua y romana. Conforme el periodo andalusí fue avanzando en el tiempo, algunas condiciones socioeconómicas también cambiaron, y ello tuvo su plasmación en los caminos de al-Ándalus.
Uno de estos cambios más claros y obvios fue la fundación de nuevas ciudades, al igual que la evolución de muchas otras. Badajoz (Batalyaws) fue, por ejemplo, una fundación de época andalusí en el siglo ix. De la misma forma, Madrid (Mayrit) fue también fundada en este mismo siglo gracias a una localización estratégica como punto vertebrador para los sistemas defensivos y para las vías de comunicación. Almería (al-Mariyya) fue fundada en el siglo x durante el reinado de Abd al-Rahman III y se convirtió al poco tiempo en una de las principales ciudades de al-Ándalus, entre las que destacaba como importante núcleo comercial. Por otra parte, hay ciudades en las que, aunque existen indicios y evidencias de una fundación y urbanización anterior, fue en época andalusí cuando experimenten un verdadero crecimiento. Es, por ejemplo, el caso de Granada, que, desde el siglo xi, experimentó un gran auge al ser capital de su propio reino o taifa. Estos casos citados son simplemente algunas de las fundaciones más importantes, pero existen un importante número de poblaciones y localidades que, al ser de nueva creación, actuaron como centros vertebradores del territorio y el espacio.
Existieron, además de las ciudades y núcleos de población, importantes centros de carácter socioeconómico, militar o religioso que actuaron como vertebradores del territorio, por lo que fueron puntos determinantes a la hora de planificar las vías de comunicación.
En términos generales, ya que existen particularidades, la mayor parte del sistema viario de periodo romano continuó en uso en periodo medieval, y concretamente andalusí, aunque con una escala más fragmentada a través de redes de un mayor carácter regional en comparación a la amplia proyección que el Imperio romano otorgó a esta red, especialmente tras el fin del califato de Córdoba (dentro del amplio periodo andalusí, existen diferencias en los espacios viales dependiendo el momento y el contexto). Eso sí, el uso de buena parte de este sistema no siempre significó su restauración y continuo mantenimiento, ya que, como más adelante trataremos, el medio de transporte mayoritario no requería de ello. Por ello, el sistema de época romana continuó en uso debido especialmente a ser la ruta más lógica y coherente entre diferentes puntos.
Así, junto a estas principales vías y de forma complementaria, se crearon caminos más pequeños que conectan los diferentes puntos vertebradores del territorio, lo que aportaba una mayor flexibilidad en cuanto a la elección del itinerario, pudiendo combinarse caminos de diferente naturaleza y características. También conviene aclarar que, una misma vía puede haber sido utilizada en periodo romano, tardoantiguo o medieval, pero su contexto político o socioeconómico puede haber sido totalmente diferente.
Normalmente, para que una vía o camino fuera viable y óptimo, debía contar con puntos de abastecimiento de agua, pastos (para los animales de carga), vados o puentes para superar los ríos, defensa por torres de vigilancia o enclaves fortificados, y, por último, la presencia de puntos de descanso espaciados entre sí en distancias que permitan organizar el viaje en jornadas con un kilometraje razonable teniendo en cuenta las dificultades del terreno.
Las acémilas, el mejor medio de transporte
El medio de transporte más común antes del periodo andalusí eran medios propulsados por bueyes, especialmente para el transporte de mercancías, aunque también existían diferentes tipos de carros para el transporte de personas. El caballo era también un medio importante, pero no estaba al alcance de todos los bolsillos. Por ello, la elección de un medio u otro se ajustaba siempre al posible nivel económico. Eso sí, siempre hay que tener presente el propio medio humano, ya que muchos viajeros transitaban a pie, especialmente los más pobres.
Pero algo fue cambiando, ya que parece que, en época andalusí, el medio de transporte más popular serán las acémilas, es decir, mulos o asnos. Una red viaria en la que el medio de transporte que predominaba eran las acémilas no requería de una infraestructura excesivamente cara y compleja, lo que significaba una importante ventaja. El transporte con este tipo de animales proporcionó más polivalencia en cuanto al uso de diferentes caminos, por lo que se dio una mayor flexibilidad a la hora de diseñar itinerarios respecto al periodo romano. Esto permitió transitar tanto por caminos anchos en buen estado, como por otros más estrechos y difíciles En cuanto a estos animales, Ibn Hawkal (943-988) resalta la calidad y fortaleza de los mulos de al-Ándalus, originarios de Mallorca.
Esto no quiere decir que se extinguiese el uso de carros y tráfico rodado tirado por bueyes, pero siguiendo las fuentes escritas y cómo eran estas vías, no parecen haber sido el medio de transporte predominante. Sin embargo, no está dicha la última palabra, ya que la realización de análisis de restos óseos de fauna en el futuro podría ayudar a despejar esta cuestión.
Aun así, las vías y caminos de al-Ándalus debieron ser de lo más curiosas, ya que los camellos llegaron a pisar la península ibérica, aunque esto se produjo de forma más habitual en periodo almorávide, pero nunca alcanzaron a ser un medio mayoritario y notable, ya que la presencia almorávide en la península ibérica fue relativamente corta en el tiempo.
¿Y, cuánto se tardaba en viajar entre algunas de las principales ciudades de al-Ándalus?
Poniendo algunos ejemplos de trayectos entre algunas de estas ciudades, la duración era de:
De Córdoba a Toledo, 8 jornadas.
De Badajoz a Sevilla, 6 jornadas, lo mismo que de Córdoba a Badajoz.
De Córdoba a Almería, 7 jornadas.
De Valencia a Zaragoza, 9 jornadas.
De Jaén a Granada, 2 jornadas.
Estos son algunas de las distancias, aunque se debe advertir que los itinerarios y su duración podían ser diferentes en determinados periodos al encontrarse condicionados frecuentemente al diverso contexto político y militar. Cada jornada comprende de media entre 30 y 40 kms., pero todo ello depende de la dureza y el medio de transporte escogido.
Se hace camino al andar
El ritmo por parte del viajero determinaba la duración del trayecto, por lo que el medio de transporte elegido cambiaba completamente cuánto tiempo se tardaba en llegar al lugar de destino. El caballo fue el medio más rápido, pero solo disponían de él gente adinerada o cargos y miembros de la administración y el ejército, destacando especialmente el efectivo servicio de correo y mensajería que llegó a tener el califato de Córdoba.
Por el contrario, la forma más barata, pero también la más exigente fue el propio medio humano. Según diferentes cálculos, una persona puede andar, de media, 5 kilómetros en una hora en condiciones óptimas y en un firme llano, por lo que el límite diario se estimaría en unos 35 km, incluso 40 km en situaciones excepcionales. Todo ello dependía de la dificultad del itinerario. El transporte en acémilas, que era bastante frecuente al no ser un medio excesivamente caro, también rondaba dicho kilometraje, pero obviamente requería de un menor esfuerzo al humano, así como de una notable capacidad de almacenamiento.
Leyendo algunas reviews medievales
Si atendemos a las descripciones que algunos viajeros hicieron sobre las ciudades andalusíes, se pueden leer partes y fragmentos que recuerdan un poco a lo que hoy vemos en los libros y blogs de viajes o incluso a portales de reseñas. El autor al-Idrisi en su obra conocida como Descripción de España, relata y detalla abundante información sobre al-Ándalus en el siglo xii. En relación con la mezquita de Córdoba explica:
«La kibla de esta mezquita es de una belleza y elegancia imposible de describir y de una solidez que excede todo lo que la inteligencia humana puede concebir como más perfecto. Está toda cubierta de mosaicos dorados y coloreados, enviados por el emperador de Constantinopla al Omeya Alderramam, denominado an Nácir Lidín allah».
Muy sugerente es también la descripción de este mismo autor sobre el acueducto romano de Los Milagros en Mérida:
«En el número de estos monumentos se encuentra el gran acueducto situado al O[este]. de la villa, notable por su altura, longitud y el número de sus arcos. Por encima de estos arcos han practicado arcos abovedados que comunican la extremidad del acueducto con el interior de la ciudad o que hacen invisible al que marche por ellos. En la bóveda hay un tubo que va hasta la villa. Los hombres y los animales pasan por encima de estas bóvedas, cuya construcción es de las más sólidas y el trabajo de los más notables».
Así, podemos ver cómo en la época era ya percibido como un monumento al igual que ocurre cuando nosotros lo observamos hoy. De forma parecida ocurre con lugares naturales que actualmente siguen en uso. Este mismo autor detalla la existencia de aguas calientes en lugares como Lisboa o en Alhama de Almería, sitios en los que en la actualidad existen balnearios. Sobre este último ofrece una información muy interesante:
«Ni hay punto o lugar en el cual las aguas termales tengan el mismo grado de calor. De todas partes llegan allí enfermos, y allí permanecen hasta que quedan completamente curados o, por lo menos, muy aliviados de sus dolencias».
Pero, al igual que estos viajeros experimentaron sensaciones parecidas al estar delante de grandes monumentos, hay otras cosas que han cambiado, como la experiencia de viajar entre Córdoba y Sevilla por vía fluvial.
De unos pocos siglos más tarde son muy interesantes los testimonios de Ibn as-Sabbah, viajero originario de Almería que peregrinó a La Meca. Estos permiten conocer mejor la Granada de finales del siglo xv tras el periplo de as-Sabbah por esta, justo en momentos previos a la conquista cristiana:
«Es una ciudad que pende de un monte ─de Sierra Nevada (Yabal Sulayr)─; con un aspecto extraordinario, mira hacia el territorio enemigo; de blancas murallas, es una bella ciudad, con una corona encima de su cabeza: es la residencia del rey titulado “de la Alhambra”, que derrama desde ella agua y verdor. Es una ciudad adornada con muchos árboles, edificios privados y alcázares (qusür)».
Estas descripciones deben ser tomadas de forma crítica, como toda fuente escrita, pero sí que nos sirven para conocer qué impresiones y sensaciones tuvieron algunos de estos viajeros al visitar algunos lugares de al-Ándalus. Además, los viajes por ocio prácticamente no existían, por lo que normalmente los motivos de la travesía se debían principalmente a la actividad comercial o religiosa.
Al-Idrisi, uno de los geógrafos más importantes
Al-Idrisi (1100-1166/1175) es considerado como uno de los más importantes geógrafos de época medieval. Nacido posiblemente en la ciudad de Ceuta (aunque existen dudas) desarrolló parte de su vida en Córdoba, donde se formó. Trabajó en la corte normanda de Roger II de Flor de Sicilia.
Como consecuencia de toda una vida viajando desde muy joven, produjo diferentes obras de gran valor, aunque la más destacable es el Libro de Roger (Tabula Rogeriana) o Kitab Ruyar. En esta obra divide el mundo en siete regiones climáticas, sostenido sobre la teoría de la tierra esférica ofreciendo completas descripciones y observaciones siguiendo un itinerario. Autores antiguos como Paulo Orosio o Claudio Ptolomeo fueron de gran influencia e inspiración para al-Idrisi y sus obras, además de apoyarse y trabajar en otras fuentes, especialmente para aquellos territorios y regiones que no visitó.
El mejor buscador de alojamientos
Una de las cosas más importantes para tener en cuenta a la hora de hacer un viaje es el lugar donde dormir y descansar, así que ¿dónde descansaban los viajeros que recorrían al-Ándalus?
Siguiendo la información que nos aportan las fuentes escritas y la arqueología, el vocablo funduq (fanadiq en plural) se identifica como el lugar destinado para la estancia y alojamiento de viajeros en el ámbito urbano. De esta forma, estos edificios eran similares a albergues y posadas. El funduq mejor conservado en la península ibérica es el Corral del Carbón de Granada, pero se conservan algunas evidencias más de este tipo de edificios en la Península, como los fanadiq localizados en Denia. Habitualmente estos edificios tendían a tener una estructura con las estancias distribuidas en torno a un patio central normalmente rectangular o cuadrangular, siguiendo también de esta forma el clásico modelo de casa-patio. El primer piso, a nivel de suelo, se destinaba al almacenamiento de mercancías y estancia de animales, mientras que los pisos en altura se destinaban al alojamiento de viajeros. En algunas ciudades de Marruecos como Fez o Marrakech aún se conservan multitud de este tipo de estructuras, ya que uso se dilató hasta prácticamente finales del siglo xix e inicios del xx. Estos edificios en Oriente son conocidos como caravasar o jan/janat.
En el ámbito rural, la identificación de lugares para pernoctar y descansar es algo más complicada. Las fuentes escritas presentan algunos problemas, ya que en la mayoría de las ocasiones ofrecen una información muy ambigua y escasa. Normalmente se utiliza el vocablo manzil (manazil en plural) para designar, o bien al lugar donde se pernoctaba, o a la propia acción de pasar la noche, ya que existen algunas dudas sobre su interpretación al utilizarse con diferentes acepciones. Algunos autores creen que la pernoctación de los viajeros se realizaba en zonas cercanas a castillos, alquerías o ventas, pero que normalmente se efectuaba junto al espacio viario, y no dentro de los lugares citados. Aunque no conviene olvidar la siempre presente opción de dormir al raso, algo que era frecuente en algunas estaciones del año.
Los topónimos son muy útiles a la hora de acercarnos a este tipo de términos, ya que existen lugares como por ejemplo Mazarambroz (Toledo) que parece venir de ‘manzil’Amrus, cuyo significado sería el «mansil de Amrus», llevando el nombre de su propietario. Mislata (Valencia), que de forma parecida procedería de ‘manzil ‘Aṭā’ o Almensilla (Sevilla) que en su origen se denominaría al-Manzila, entre muchos otros. Así, siguiendo los diferentes topónimos, parece que en al-Ándalus existieron multitud de lugares destinados a la pernoctación y descanso de viajeros, aunque el principal problema es la identificación de estos topónimos y lugares citados en las fuentes escritas con la arqueología, ya que no se han detectado todavía claramente estructuras correspondientes a los manazil, debido sobre todo a los problemas que presenta su identificación.
En definitiva, viajar por al-Ándalus y por sus principales ciudades suponía todo un ejercicio de previsión e incluso una aventura. Los caminos y vías podían llegar a ser muy diversos, pudiendo decidir cuál era el itinerario más idóneo en función de las diferentes características del viaje. Por lo que no era lo mismo emprender un viaje en caravana para fines comerciales que uno a pie o a caballo, aunque, al fin y al cabo, hablamos de viajes con un importante grado de exigencia y perseverancia.
El Corral del Carbón, el hotel más antiguo de Granada
El Corral del Carbón es un edificio situado en el sur de Granada, junto a la Alcaicería y la antigua mezquita mayor. Su función era la de posada o alhóndiga (funduq) para viajeros, aunque tuvo también otros usos como el de mercado. Su cronología se remonta al siglo xiv, durante periodo nazarí, y su nombre antiguo era el de al-Funduq al-Gidida. En época cristiana llegó a utilizarse como corral de comedias.
Su estructura consiste en una planta cuadrada y tres pisos de altura, acompañado de una entrada de carácter monumental con un gran arco de herradura apuntado y una rica decoración con yeserías. El primer piso se utilizaba para la estancia de animales y el almacenaje de las mercancías, mientras que el segundo y el tercer piso se destinaron al alojamiento de personas. Su restauración fue llevada a cabo en los años 30 del siglo xx por el famoso arquitecto y conservador de la Alhambra, Leopoldo Torres Balbás.
Para ampliar:
Franco Sánchez, Francisco, 1995: Vías y defensas andalusíes en la Mancha Oriental, Alicante, Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert.
Franco Sánchez, Francisco, 2005: «La caminería en al-Andalus (ss. viii–xv J.C.). Consideraciones metodológicas, históricas y administrativas para su estudio». Tst: Transportes, Servicios y telecomunicaciones 9.