«Wir sind ein Volk». La reunificación alemana y el final de la Guerra Fría (1989-1990)
El sistema internacional de la Guerra Fría se orquestó en torno a la división de Europa y de Alemania en dos bloques políticos e ideológicos. Gracias a la distensión en las relaciones Este-Oeste de la década de los ochenta, la reunificación del territorio alemán constituyó un proceso global que puso fin al conflicto bipolar.
«La división de Alemania y la partición del continente europeo, acordadas en las conferencias de Yalta (1943) y Potsdam (1945), garantía de la gélida estabilidad entre los dos bloques militares durante más de cuatro décadas, tocan a su fin […] el limes entre los dos sistemas políticos que se repartieron Europa tras la guerra, perdieron ayer su sentido, superados por la historia».
El País, 10 de noviembre de 1989.
La noche del 9 de noviembre de 1989, después de que los gobernantes de la RDA anunciasen la apertura del Muro de Berlín, alemanes germanoccidentales y germanorientales, entre los cuales se encontraba una joven Angela Merkel, se congregaron alrededor de los puntos de control. Algunos se atrevieron a cruzar la frontera y otros solo se limitaron a observar con expectación. A la mañana siguiente, los berlineses germanorientales que regresaron de la parte Occidental volvían cargados de frutas y otros productos alimenticios cuyas variedades no podían encontrar en Berlín Este. Algunos de los que se dejaron llevar por la curiosidad del acontecimiento declararon ante algunos reporteros internacionales, entre los que se incluía a José María Martí Font (emisario principal del diario El País) que no se podía volver a permitir una división territorial de los alemanes, algo que se convertiría en una opinión general en la RDA en poco menos de un año.
Verano de 1989: aires de reformas
Desde que alcanzó el liderazgo de la URSS en 1985, Mijaíl Gorbachov impulsó una serie de medidas reformadoras con la intención de que los países en el bloque Oriental recibiesen más autonomía respecto a la potencia soviética. Las políticas de perestroika y glasnost trataron de influir en los países orientales para que se permitiese en ellos una mayor libertad de organización, de acceso a la información y de aperturismo económico (dentro de lo que la doctrina del socialismo podía permitir). Sin embargo, la medida más importante para que países como Hungría pudieran comenzar su transición fue la derogación de la Doctrina Brezhnev, o principio de soberanía limitada, que ligaba directamente la política exterior soviética a la política interna de los demás países del bloque Oriental y del Este de Europa.
Este «Nuevo Pensamiento», como lo definió Gorbachov, no era compartido por todas las cúpulas políticas de los países del Centro y el Este de Europa que estaban bajo el bloque Oriental. En este grupo de disidentes del pensamiento «gorbachoviano» se incluía el secretario del SED (Socialistische Einheitspartei Deutchslands) y líder de la República Democrática Alemana (RDA) Erich Honecker, quien decidió no adoptar las medidas que se proponían desde Moscú debido a su comunismo ortodoxo y a su inmovilismo político.
Al calor de los anhelos de transformación social que se respiraban en la población de la RDA, desde mediados de los ochenta se comenzaron a crear grupos reformistas pacíficos que abogaban por un cambio en las instituciones, pero no del sistema socialista en sí ni de la estructura nacional de la Alemania Oriental. Estas eran las ideas del movimiento Neues Forum (Nuevo Foro), consolidado en septiembre gracias a un gran apoyo popular para demandar también un sentido extenso de libertad (de prensa, de reunión, de organización, etc.), una desarticulación del militarismo de la ciudadanía (incluyendo la desaparición de la Stasi) y unas relaciones cooperativas con la República Federal de Alemania (RFA).
La conciencia nacional de la RDA
Desde que se formó como un Estado autónomo, pero no soberano de sí mismo, la RDA se presentó ante la sociedad internacional y ante el sistema de bloques como una alternativa plenamente socialista a la política y economía liberal de la RFA. Su caso es relativamente especial para la historiografía internacional y para aquellos que se dedican al estudio de la historia de Alemania porque su trayectoria histórica es totalmente diferente a la de otros países del bloque Oriental. La RDA fue un estado creado en función de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, por lo que su identidad nacional tenía que estar determinada también por el orden internacional que le puso fin y por su pertenencia al bloque oriental. De esta forma, la RDA tenía que tratarse de un «ser novedoso», cuyos principios nacionales dependiesen del devenir político del SED, que se convertiría en el Partido-Estado de la RDA al ser el que estaba directamente vinculado al Partido Comunista de la Unión Soviética por lazos ideológicos. La educación basada en la doctrina del marxismo-leninismo y su condición especial dentro del sistema internacional fueron los dos elementos a través de los cuales se transmitió una política nacional propia. Estaba basada en los valores del socialismo y era totalmente distinta a los que podía tener la RFA para que la frontera interalemana fuese territorial e ideológica.
La cuestión es que a mediados de 1989 también se afianzó el descrédito externo de la RDA cuando muchos de los ciudadanos germanoorientales se negaron a volver después de sus vacaciones de verano. En lugar de regresar a sus hogares, aprovecharon la apertura de las fronteras polacas, húngaras y checoslovacas para refugiarse en las embajadas de la RFA que había en esos países. Durante todo el verano, el flujo de personas que se dirigieron a las embajadas para pedir asilo fue casi constante. A finales del mes de septiembre los alrededores de las embajadas de Varsovia y Praga estuvieron llenos de refugiados que acamparon esperando obtener un visado que les permitiera poder buscar un nuevo domicilio en la RFA.
Las autoridades de la RDA reaccionaron cerrando las fronteras con Hungría, pero el número de refugiados ya suponía un auténtico desafío para la RFA. Desde Bonn (la capital de la República Federal) se dispusieron campos de acogida, programas de inserción laboral y viviendas temporales a la población germanooriental que conseguía cruzar la frontera. El trasvase de personas supuso una preocupación económica para ambas Alemanias debido a las diferencias que mantenían en los niveles de vida y en las fuerzas productivas. Desde Bonn también se temía que el flujo constante de personas supusiese a corto plazo una descompensación demográfica entre las dos Alemanias. Esto se veía acentuado por el tipo de personas que buscaban un asilo en la RFA, en su mayoría parejas jóvenes que no confiaban en la política y el modo de vida de la RDA.
Otoño de 1989: el final del siglo xx
El descontento de la población se extendió por toda la RDA y en otoño de 1989 se reveló mediante manifestaciones multitudinarias, pero pacíficas. Las concentraciones llegaron a ser periódicas durante los lunes en Leipzig y entre sus demandas se encontraban las reformas del partido y la obtención de libertades básicas. Lemas como los del «Wir sind das Volk» («Nosotros somos el pueblo») o «Keine Gewalt» («¡Sin violencia!») reflejaban una revalorización de la soberanía popular en contra del inmovilismo del SED.
El 7 de octubre, durante la conmemoración del cuadragésimo aniversario de la RDA, se planificó una manifestación masiva en Berlín Este para mostrar el descontento social de la población ante Mijaíl Gorbachov y otros líderes comunistas. La concentración era toda una declaración de intenciones para demostrar al líder soviético que la política del SED era realmente el bloqueo de la RDA para no adoptar las reformas que se pedían desde Moscú. Aquel encuentro, que siguió la pauta pacífica de los anteriores, fue reprimido violentamente por orden de Honecker con las expectativas de poner punto final al problema del descontento social.
Honecker se quedó definitivamente sin el apoyo de Gorbachov y con un aumento de su impopularidad ante la sociedad internacional y entre su propia población. En contraste, la manifestación del 9 de octubre, una de las de los lunes en Leipzig, fue también pacífica y las autoridades no la reprimieron violentamente. Según el embajador español en la RDA, a esa concentración asistieron 60 000 personas y fue la más multitudinaria hasta la fecha. De hecho, el número de personas que se unió a las siguientes manifestaciones de Leipzig siguió aumentando. En las semanas previas a la caída del Muro de Berlín, las manifestaciones del 23 y 30 de octubre y del 6 de noviembre se compusieron de 225 000, 350 000 y 450 000 personas respectivamente.
El 17 de octubre se organizó una reunión del Politburó que se encargó de destituir a Honecker. En su lugar, el Comité Central decidió poner a la cabeza del gobierno del SED a Egon Krenz, el cual reformó la cúpula política del partido y trató de introducir algunos cambios sociales vinculados a la perestroika soviética. En cambio, su política continuista en otros factores, —como el inmovilismo ideológico y económico—, hizo que las manifestaciones continuasen.
Pero la situación económica de la RDA no mejoró. De hecho, el 31 de octubre, el Politburó tuvo acceso a un informe redactado por Gerhard Schürer, —encargado del Comité de Planificación desde la caída política de Honecker—, que diagnosticaba una profunda crisis económica del país y un estancamiento del modelo productivo. El documento proponía que se estrechasen las relaciones con la República Federal. De esta forma, el 4 de noviembre se autorizó el paso hacia la RFA a través de Checoslovaquia sin necesidad de aportar ningún requisito adicional que no fuese la documentación reglamentaria. Cinco días después, el ala más reformista del SED y del Comité Central decidieron abrir la frontera interalemana, lo cual suponía abrir el Muro de Berlín. Sin embargo, debido a la confusión del momento, el portavoz de prensa del Politburó, Günter Schabowski, comunicó que la apertura del Muro era inmediata, cuando realmente estaba programada para el día siguiente. Desde entonces, toda la sociedad internacional centró su mirada en el Centro de Europa y la mantendría fija hasta el otoño del año siguiente.
El día 10 de noviembre, en la puerta de Brandemburgo, Willy Brandt, antiguo líder del SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschlands), Hans-Dietrich Genscher, líder del FDP (Freie Demokratische Partei) y vicecanciller y ministro de Asuntos Exteriores de la RFA, y Helmut Kohl, canciller de la República Federal y líder del partido CDU (Christlich Demokratische Union Deutschlands), se pronunciaron sobre la situación. Los dos primeros decidieron apelar a la equidistancia pragmática y a la tranquilidad internacional, mientras que Kohl decidió mostrarse partidario de la unidad nacional bajo el paraguas del europeísmo. El discurso del canciller federal no fue muy bien recibido por la opinión popular de la RDA ni por Gorbachov, quien le insistió en la existencia de dos estados alemanes independientes. Otros líderes europeos como François Mitterrand y Margaret Thatcher se mostraron entusiasmados por la caída del Muro, pero también optaron por posturas más cautas debido a los cambios geopolíticos que una unificación alemana acarrearía.
Los eventos no tardaron en demostrar sus efectos en la política internacional europea. La Comunidad Económica Europea (CEE) se encontraba desde el Consejo de Madrid de junio inmersa en un período de cohesión política. Para no comprometer este proceso de integración, Mitterrand decidió convocar un Consejo Europeo extraordinario en París el 18 de noviembre. De esta manera, los acontecimientos de la RDA no abarcarían todo el Consejo regular de diciembre. Días antes de la cumbre de París, se celebró una reunión de ministros de la Unión Europea Occidental en la que Genscher mantuvo la postura de que el objetivo de la política exterior de la RFA en ese momento era la consolidación de las reformas democráticas de la RDA, no la reunificación. Finalmente, en el Consejo extraordinario los países de la CEE aprobaron que cooperarían y apoyarían los cambios en la República Democrática a través de un Banco de Reconstrucción y Desarrollo especializado en la ayuda a las economías del Centro y el Este de Europa.
No obstante, la cuestión alemana dio un giro drástico el 29 de noviembre de 1989 durante una sesión plenaria del Bundestag(el parlamento germanoccidental). Aquel día, Helmut Kohl pronunció un discurso con el que puso a la reunificación alemana como un objetivo de la política exterior federal. La unión entre la RFA y la RDA pasaría de ser un fin, un cometido a larga distancia, a ser el principal propósito de Bonn.
Los Diez Puntos de Helmut Kohl para la reunificación
El discurso que Kohl dio en el Bundestag a finales de noviembre de 1989 ha pasado a la historia como el programa de los Diez Puntos del canciller para la reunificación alemana. A pesar de lo polémico que fue, el proyecto intentaba solucionar los problemas coyunturales que tenía la RFA respecto a la RDA, como la crisis migratoria que desde verano de 1989 suponía un flujo constante de personas. Para paliar esta cuestión, el tercer punto relacionaba las ayudas económicas con el avance de las medidas democratizadoras en la Alemania Oriental. Por otro lado, para mejorar las condiciones económicas, sociales y de seguridad de la RDA, los puntos 6, 7, 8 y 9 suponían impulsar el ingreso de la Alemania Oriental en el Mercado Único de la Comunidad Europea, una garantía de la confianza de la RFA para el proyecto europeo y también la promoción del desarme convencional y nuclear para crear un clima de confianza entre la OTAN y el Pacto de Varsovia. Por último, el punto 10 abogaba por la reunificación alemana basándose en la Declaración de Bonn de 1982, en la cual se permitiría la unión de las dos Alemanias si se garantizaba la libre autodeterminación de ambas.
Invierno de 1989-primavera de 1990: «Somos un pueblo»
Con su programa de los Diez Puntos, Kohl buscaba desvincular a las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial con el devenir político de la nación alemana. Es por esto por lo que su discurso provocó un gran revuelo en ambos bloques, ya que la reunificación podría suponer importantes cambios geoestratégicos y geopolíticos para las instituciones europeas y las alianzas de seguridad que caracterizaron la Guerra Fría. Sin embargo, George H. W. Bush confió en el designio del canciller y le dio el apoyo de Estados Unidos para la reunificación siempre y cuando la futura Alemania unida permaneciese al amparo de la OTAN. Mitterrand, por su parte, optó por mantener una posición parecida después del Consejo Europeo de Estrasburgo, pero su condición fue que la reunificación debía tener lugar bajo el paraguas de la CEE y de forma gradual para suponer un avance en el proceso de integración comunitario.
Desde la caída del Muro de Berlín, la política interna de la RDA no se mantuvo estática. De la misma forma que en Polonia, se organizó una mesa redonda que funcionó como un foro de debate entre el SED y Nuevo Foro, Iniciativa para la Paz, Despertar Democrático y el SPD germanoriental refundado. A pesar de que estos grupos eran muy distintos, en febrero de 1990 consiguieron pactar un gobierno de transición presidido por un miembro reformista del SED, Hans Moodrow, que funcionase como poder ejecutivo hasta las elecciones generales del 18 de marzo. El programa de los Diez Puntos de Kohl hizo que la presión popular acelerase el curso de la reunificación política en la RDA y también que el gobierno de transición comenzase a establecer reformas que supusieran una transformación a la economía de mercado.
Durante la campaña electoral, las dinámicas interalemanas se acercaron política y socialmente. Por un lado, Kohl decidió acelerar la unión debido a la mala situación económica en la que se encontraba la RDA y a la presión popular, que a partir de diciembre de 1989 cambió el tradicional lema de las manifestaciones «Wir sind das Volk» por el de «Wir sind ein Volk» («Somos un pueblo») para mostrar la voluntad de la población de llevar a cabo la unidad nacional. Este giro de la opinión pública germanoriental fue debido a la desintegración del SED y a la construcción de alternativas políticas y sociales más diversas que fueron aceptadas por promover una solución rápida a la maltrecha situación económica a través de la reunificación. Esto indica que la larga mano de Kohl penetró en la política interna de la RDA a través de la CDU germanoriental, la cual calcó las propuestas que el canciller federal había expuesto en su programa de los Diez Puntos. Además, De Mazière, líder de esta agrupación, consiguió ponerse a la cabeza de una coalición de partidos de cara a las elecciones del 18 de marzo, que surgieron del movimiento Nuevo Foro, conocida como Alianza por Alemania.
No obstante, los problemas económicos eran más difíciles de superar que los sociopolíticos. Debido a que la entrada de la RDA en el mercado comunitario europeo se hizo sin una reforma de los tratados, la transición económica de esta a una economía de mercado tenía que acelerarse. La solución de Kohl fue la de establecer una unión económica interalemana inspirada en el proyecto de Unión Económica y Monetaria (UEM) de la CEE. El tipo de cambio hizo que el marco alemán, la moneda de la RFA, se convirtiese en la única divisa de las dos Alemanias y, por lo tanto, que los parámetros de la economía neoliberal de la república Federal se traspasasen a la RDA.
Sin embargo, el hecho de que Alianza para Alemania pudiese ganar las elecciones de marzo en la República Democrática despertaba preocupaciones geopolíticas y geoeconómicas entre los países de Europa. Para empezar, debido a la incertidumbre que Kohl decidió demostrar ante la sociedad internacional después de su discurso en el Bundestag, se organizaron una serie de reuniones durante todo 1990 que incumbirían a las dos Alemanias y a las cuatro potencias ocupantes de ambas. El conjunto de estas reuniones se conoció como la Conferencia 2+4, que tenía como misión buscar una solución jurídica a la cuestión de la reunificación alemana después de que al final de la Segunda Guerra Mundial no se firmase ningún tratado de paz.
Por otro lado, el programa de Kohl no hacía referencia a las fronteras que tendría la Alemania unida. La Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE) de 1974 declaró la inviolabilidad de las fronteras europeas, pero este concepto fue interpretado por Bonn como una situación temporal que podía modificarse con el tiempo y por medios pacíficos. Este movimiento de la política internacional del canciller indignó a varios de sus socios comunitarios, sobre todo a la nueva administración de Varsovia y a Francia. La cuestión fronteriza también ponía sobre la mesa el papel que tendría la OTAN con la nueva Alemania ya que se ampliaría su área de seguridad hasta Polonia. Igualmente, en París también preocupaba que la unión económica interalemana afectase a la UEM y que supusiese un freno de la integración europea.
Durante la primavera de 1990, Genscher y Kohl viajaron por las diferentes capitales de Europa y de los países de la Conferencia 2+4 para poder apagar todos los fuegos diplomáticos que desde noviembre de 1989 se iban encendido a causa de la reunificación alemana. El ministro de Asuntos Exteriores resolvió los asuntos de seguridad elaborando un plan de transición que permitía que tropas soviéticas permaneciesen en la RDA hasta completar su adhesión a la RFA. Genscher también hizo que en Europa se respetasen los vínculos que la Alemania Oriental podía seguir manteniendo con el CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica) para no desestabilizar por completo sus lazos con los países que aún pertenecían a esta organización.
Por último, el 8 de marzo se publicó una resolución por la cual se garantizaba el respeto a la frontera territorial entre la Alemania unida y Polonia. Sin embargo, en realidad Kohl nunca habría violado tan drásticamente el derecho internacional. Sus movimientos con esta cuestión tienen que encajarse dentro de su campaña electoral para ganar el voto de las minorías alemanas en Polonia de cara a las elecciones a la cancillería Federal de diciembre de 1990.
Finalmente, las elecciones del 18 de marzo en la RDA le dieron la victoria a Alianza por Alemania, por lo que el proyecto de reunificación de Kohl ya tenía vía libre para llegar a buen puerto en la política interalemana.
El Plan Genscher
El ministro Genscher dio un discurso el 8 de febrero de 1990 en la Academia Evangélica de Tutzing que supuso un programa complementario al de los Diez Puntos de Kohl. El vicecanciller partía de la base de que la unificación alemana tenía que ser pacífica y tenía que estar insertada en el proyecto de integración europea. De esta forma, lo que se buscaba era despejar todas las dudas que podían aflorar sobre el europeísmo germanoccidental. Además, Genscher no quería que los objetivos de la política económica de la CEE se viesen interrumpidos, por lo que sus ideas se fundamentaban en el vínculo indisoluble entre la unidad alemana y la europea. En lo tocante a la seguridad, Genscher no aprobaba la expansión de la OTAN hacia la RDA inmediatamente porque eso dificultaría la distensión y las relaciones Este-Oeste. Tanto la Alianza Atlántica como el Pacto de Varsovia tenían que sobrevivir para que su politización garantizase el desarme global y la cooperación internacional.
Verano-otoño de 1990: de la unión de Alemania a la unión de Europa
La Declaración de Londres de 1990, firmada durante una cumbre de la OTAN, exponía que la unidad de Alemania tenía que suponer un factor indispensable de la estabilidad europea.
No obstante, aún quedaban algunos capítulos abiertos. En el Consejo Europeo de Dublín, el Bundesbank expuso los efectos negativos que tendría para la economía alemana acelerar la UEM comunitaria, sobre todo después de aceptar las responsabilidades financieras de la RDA. Pero en un momento de realismo político, Kohl decidió aceptar que el marco alemán, una de las insignias nacionales de la RFA, fuese sustituida por la moneda única de Europa. Asimismo, junto con Mitterrand, el canciller publicó una declaración en la cual estipuló que la Alemania unida apoyaría la convocatoria de dos conferencias intergubernamentales simultáneas para resolver los problemas de la UEM y la Unión Política de la CEE.
Por último, los asuntos jurídicos del orden de posguerra, que quedaron pendientes desde 1945, se resolvieron cuando la Conferencia 2+4 firmó el Tratado Sobre el Acuerdo Definitivo respecto a la Cuestión Alemana, el único documento que podría considerarse un tratado de paz entre los países vencedores y vencidos del último conflicto mundial. Asimismo, con este texto se desbloqueaba el asunto de la soberanía nacional de la Alemania unida, lo cual permitió que el 3 de octubre se firmase el Tratado de Unificación y que se completase el proceso de unidad. La unidad de Alemania supuso un referente simbólico y metodológico para la consolidación de la integración europea. En última instancia, el Tratado de Maastricht puede interpretarse como el documento jurídico que intentó resolver las consecuencias que pudo acarrear la reunificación alemana y los problemas que la CEE tenía desde mucho antes.
Para ampliar:
Martí Font, José María, 1999 :El día que acabó el siglo xx. La caída del Muro de Berlín, Barcelona, Anagrama.
Martín de la Guardia, Ricardo, 2012: 1989, el año que cambió el mundo. Los orígenes del orden internacional después de la Guerra Fría, Madrid, Akal.
Martín de la Guardia, Ricardo, 2019: La caída del Muro de Berlín. El final de la Guerra Fría y el auge de un nuevo mundo, Madrid, La Esfera de Libros.
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