Martin Guerre siempre regresa. Cultura campesina e identidad en la Francia del siglo xvi
Natalie Zemon Davis desmenuza en El regreso de Martin Guerre uno de los casos de impostura de identidad más famosos del Antiguo Régimen. Una historia contada durante siglos como divertimento y enseñanza moral que nos ofrece una valiosa información sobre la vida campesina del siglo xvi.
«Es Martin Guerre, mi marido, o algún demonio con su aspecto. Le conozco bien. Si alguien está tan loco como para decir lo contrario, le haré matar».
Últimos días de julio de 1560. Un hombre de mediana edad con una evidente cojera provocada por su pierna de madera se acerca al Parlamento de Toulouse. Está enfadado y desea reclamar lo que es suyo. Se ha enterado de que se está celebrando desde hace semanas un juicio en el que es el protagonista. A pesar de que es la primera vez que pone sus pies en el edificio ha estado representado en el proceso todo este tiempo. Por un impostor. Martin Guerre quiere poner las cosas en su sitio.
Martin Guerre podría haber sido uno más de los millones de anónimos nombres de la historia y su llegada a Toulouse nunca se hubiera conocido, pero al comparecer puso fin a una disputa que revolucionó durante meses al pueblo de Artigat, a su condado y a todo el Languedoc. Tanto llamó la atención el caso que el juez del Parlamento, Jean de Coras, decidió publicar una crónica del proceso. Fue el primero de muchos libros sobre el pleito. El interés por el caso continuó a lo largo de los siglos y tuvo su culmen con la encarnación de Gérard Depardieu como Martin en El regreso de Martin Guerre (Daniel Vigne, 1982).
La producción de la película contó con el asesoramiento de Natalie Zemon Davis, una de las más prestigiosas historiadoras culturales y pionera de la multidisciplinariedad en la historia. Davis aprovechó este papel para publicar, un año más tarde, un libro con el mismo título. Un trabajo fascinante de microhistoria que nos acerca a la vida de los campesinos de la Francia rural del siglo xvi y nos demuestra que un caso excepcional permite abrir una ventana a una realidad que no suele aparecer en los libros de texto.
Una familia de inmigrantes
Martin no nació en Artigat. Su familia se trasladó desde el País Vasco francés cuando era un niño, llevando consigo sus posesiones, su idioma y sus costumbres. El cambio afectó a Martin y lo convirtió en un niño retraído que solo encontró en los juegos populares un respiro de socialización. Por si fuera poco, sus padres decidieron aumentar su preeminencia en su nuevo hogar a través de la unión con una de las familias más antiguas e importantes del pueblo, los Rols. Con 14 años, Martin pasó por el altar y se convirtió en el esposo de Bertrande, de unos 9 o 10 años.
Lo que debería ser el inicio de una nueva familia trajo más desgracias para Martin. Rápidamente se dieron cuenta de que era estéril. Al hacerse pública la noticia se activaron todos los mecanismos de la cultura campesina de la época. La familia Guerre esperaba que con el paso de los años se solucionara el problema. Los padres de Bertrande insistían en romper el enlace bajo las normas del Derecho Canónico. Mientras, los jóvenes del pueblo debieron actuar como se esperaba de ellos: humillando públicamente a la pareja. Las cencerradas eran un método de control social que hoy nos choca y nos pueden parecer aberrantes, pero cumplían con el papel fundamental de mantener el estatus de la familia tradicional. La propia Davis estudió este curioso fenómeno ─y otros similares─ en varios artículos que fueron recientemente reeditado en La formación histórica de la cacerolada (Libros Corrientes, 2018).
La joven pareja, sin embargo, se mantuvo firme y trató de solucionar el problema. Martin debía estar embrujado, así que buscaron ayuda profesional. Ocho años después del enlace, una bruja les dio la solución ─ordenar misas y comer hostias consagradas─ y al poco tiempo tuvieron la feliz noticia del embarazo de Bertrande. El recién nacido recibió el nombre de Sanxi, como su abuelo.
La vida de Martin no cambió. Seguía estando supeditado a un padre autoritario y a la otra figura masculina de su familia de emigrantes, su tío Pierre, cuya importancia en la vida de Martin creció de forma exponencial desde entonces. A la mala relación con sus referentes masculinos se unía su condición de heredero como único hijo varón y su papel como protector y garante del honor de sus hermanas.
La familia Guerre importó su especialidad laboral al Languedoc. Crearon una fábrica de tejas que prosperó rápidamente y ampliaron sus negocios ─y su posición social─ con la compra de tierras. La situación dio un vuelco en 1548. Cuando Martin tenía 24 años y su hijo aún era un bebé, las desavenencias con su padre llegaron a un punto de no retorno al robarle cierta cantidad de trigo. Para evitar ser castigado ante un crimen imperdonable en el código vasco, abandonó Artigat y se perdió su pista.
Cuando ya nadie lo esperaba regresó durante el verano de 1556. Hubo dudas en el pueblo por el cambio físico ─el zapatero de Artigat juraba que en el pasado su pie era mucho más grande─, pero, al fin y al cabo, ocho años pueden transformar a una persona. Además, Martin llamaba a todos sus vecinos por su nombre y les recordaba anécdotas del pasado. Lo más importante era que su esposa, hermanas y el resto de familiares lo recibieron con inmensa alegría. Durante tres años todo pareció ir bien. Se reincorporó a la vida aldeana y tuvo dos hijas con Bertrande, aunque la primera murió tras el parto.
Sin embargo, su tío Pierre recelaba. El nuevo Martin se comportaba de una forma muy extraña para las costumbres vascas. La cuerda se iba tensando cada vez más y acabó por romperse cuando Martin exigió a su tío que le devolviera los beneficios que había obtenido durante su ausencia. Tras la muerte del padre de Martin, Sanxi, Pierre, su hermano, se ocupó de administrar las tierras familiares en nombre de su sobrino como único representante masculino de la familia. El disentimiento fue cordial al principio, pero fue aumentando en hostilidad poco a poco hasta que Pierre denunció a su sobrino y, junto con sus yernos, le dio una paliza.
Lo interesante de las desavenencias es que aumentó la desconfianza sobre la identidad de Martin en el pueblo. Pierre estaba convencido de que era un impostor e instigó entre las familias más importantes de la zona para granjearse apoyos. Al fin y al cabo, si demostraba que se trataba de un embaucador, no perdería los bienes que llevaba años administrando. La disputa llegó a los tribunales y provocó una fuerte división de opiniones en la región. El desconcierto se apoderó de los jueces, pero finalmente le condenaron a muerte en primera instancia por usurpación y abuso de Bertrande. Martin recurrió al Parlamento de Toulouse para jugar su última carta a la desesperada. Para su desgracia, durante el nuevo proceso apareció el verdadero Martin Guerre.
De lo particular a lo general
Durante siglos se contó la historia de Martin. Era popular, curiosa y servía para adoctrinar sobre los valores familiares tradicionales. Davis la utilizó para hacer historia. Desmenuzó lo ocurrido con ojos de historiadora y ese es el tremendo valor de El regreso de Martin Guerre. Se hizo la gran pregunta ¿la historia de Guerre nos puede servir para conocer los modos de vida de los campesinos del siglo xvi? Inspirada en los trabajos de Emmanuel Le Roy Laduire y Carlo Ginzburg y en sus métodos microhistóricos se puso manos a la obra.
Es habitual pensar que las sociedades del Antiguo Régimen eran estáticas y aburridas. Vivir viendo pasar la historia, a un ritmo lento, sin conflictos. La realidad, por supuesto, era muy diferente. La historia de la familia Guerre nos demuestra, de entrada, la movilidad poblacional. Originarios de Hendaya decidieron abandonar su tierra y asentarse en el Languedoc. Desconocemos el motivo y, de hecho, es una decisión extraña. Los vascos que solían emigrar, normalmente cruzando el Bidasoa, solían ser segundones que por las tradiciones del lugar no heredaban bienes familiares. Sanxi era cabeza de familia, pero junto con su esposa, hijo y hermano, dejó su tierra natal para siempre. Quizá por conflictos con su padre, quizá por las guerras entre España y Francia que castigaban especialmente esa zona fronteriza. En cualquier caso, es significativo que se trasladaran a una zona situada a tres semanas de camino con un idioma y unas costumbres muy diferentes.
Los problemas de identidad tienen una tremenda importancia en esta historia. Martin se encontró de pronto en un mundo cultural muy diferente, casado con una niña y con evidentes problemas para tener descendencia. Ante tanta presión decidió dejarlo todo y huir. Es interesante el apunte que hace Davis sobre las vías de escape masculinas en la sociedad de su tiempo. Si Martin hubiera crecido en Hendaya su vida quizá hubiera sido muy diferente, pero si aun así hubiera querido perderse por unos meses tenía la opción de echarse a la mar, como hacían los jóvenes de su tierra, para escapar de las costumbres sociales durante ciertos meses del año. Al vivir en una zona de interior la vía de escape fue huir a España.
La búsqueda de nuevas perspectivas también es aplicable a las decisiones de Arnaud du Tilh, el verdadero nombre del impostor. Nacido no muy lejos de Artigat, era un joven con una vida disoluta, que se alistó en el ejército de Enrique II para conocer otras realidades y que cuando se enteró de la historia de Guerre vio una posibilidad de cambiar su vida y obtener una mejor herencia. Y se preparó a conciencia. Estudió durante meses el enjambre de relaciones de la aldea y gracias a su prodigiosa memoria y la ayuda de Bertrande estuvo muy cerca de conseguir su objetivo, pero la jugada le salió mal y acabó en el patíbulo.
Bertrande es el personaje más interesante. El fiel reflejo de los rituales de resistencia que las mujeres se vieron obligadas a adoptar a lo largo de la historia. Casada siendo aún una niña, la impotencia de Martin pudo ser una bendición al permitirle seguir su infancia junto a sus cuñadas. Al poco de nacer por fin su hijo se vio abandonada y siendo tutelada tanto por sus padres como por sus suegros. Bertrande sabía que el nuevo Martin no era su marido, pero con su llegada se abrían nuevas perspectivas de vida para ella. Junto a su flamante esposo podía escapar de la severidad de Pierre, que ahora además se había convertido en su padrastro, y defendió su identidad hasta límites insospechados. Bertrande llegó a ser encarcelada en el proceso y dejó claro su apoyo a Arnaud hasta cuando le fue posible. Su mayor objetivo era defender su honor, pues si se demostraba que había tenido relaciones con el nuevo Martin siendo consciente de su impostura se convertiría en adúltera. Estaba en una encrucijada y solo podía perder. Se vio obligada a denunciar a Arnaud por las presiones de Pierre y cuando el verdadero Martin apareció, ignoró sus lágrimas y la culpó de todo lo ocurrido. No deja de ser la gran víctima de todo el proceso. Martin, al fin y al cabo, abandonó su vida y su familia porque podía hacerlo y solo volvió cuando vio amenazada su herencia.
Natalie Zemon Davis tenía claro que la historia de Martin Guerre tenía un tremendo valor documental para conocer la realidad campesina del sur francés del siglo xvi. Pergeñó una obra marcada a hacer época, uno de los clásicos historiográficos clave que nos desgrana cómo escribir un buen libro y las posibilidades de estudio que nos ofrecen aquellos que aparentemente no tienen historia.