Casas galera. El equivalente femenino a la pena de galeras
Mientras que en los países protestantes prevalecieron las casas de corrección o la deportación a colonias penales, el incremento de la flota española en el Mediterráneo hizo que en España la pena a remar en galeras fuese habitual. Sor Magdalena de San Jerónimo fue la responsable de la creación de las casas galera, establecimientos correccionales en los que fueron encerradas mendigas, ladronas y prostitutas. Estas casas galera, que pretendían sustituir la pena masculina por un equivalente más apropiado para las mujeres, combinaban encierro penitenciario, rezos diarios, castigos físicos y disciplina de trabajo.
Lujuria, adulterio y onanismo. La representación del pecado de la lujuria en la escultura románica
El arte románico tiene como función principal instruir a los fieles, generalmente analfabetos, en los dogmas y principios del cristianismo. Las figuras, esquemáticas y alejadas de los cánones clásicos, debían explicar de forma sencilla las vidas de los santos y los pasajes bíblicos al mismo tiempo que se adecuaban al marco arquitectónico. Mientras que las escenas religiosas se reservaban para el tímpano y los espacios principales del templo, las escenas cotidianas y las representaciones del mal y el pecado coparon muchos de los canecillos y capiteles exteriores.
«¡Protégete contra ellas!». Enfermedad venérea y propaganda
La actividad sexual de los militares y la prostitución han sido tradicionalmente controladas por las autoridades civiles y militares. Preocupaba la extensión de enfermedades de transmisión sexual y la disciplina, pero también se vio en estas mujeres un remedio para evitar la desmoralización de la tropa y la violación de las mujeres «honestas». Durante la Segunda Guerra Mundial y la guerra civil española, las autoridades distribuyeron carteles propagandísticos dirigidos a un público masculino que alertaban de la peligrosidad de las enfermedades de transmisión sexual.
Esconder el pecado bajo la alfombra. La prostitución en el Bilbao burgués
Después de la última guerra carlista, la prostitución clandestina creció notablemente en Bilbao. Burgueses y proletarios deseosos de gastar su jornal acudían a los burdeles y mancebías de Bilbao la Vieja y la calle Cortes. En 1873 se publicó un reglamento que obligaba a prostitutas y amas de burdel a someterse a supervisiones médicas semanales y limitaba su libertad de movimiento en la ciudad: su vestimenta, su comportamiento o el simple hecho de asomarse a la ventana, estaban sujetos a un estricto control legal.